Los conceptos de neurodiversidad y neurodivergencia han ganado adeptos en movimientos sociales y en personas que buscan entender mejor sus diferencias neurológicas. Sin embargo, estas etiquetas generan tanto entusiasmo como polémica, especialmente en el ámbito de la salud mental.
¿Qué significan «neurodiversidad» y «neurodivergencia»?
Un vistazo a sus orígenes
El término «neurodiversidad» fue acuñado en los años 90 por la socióloga Judy Singer, quien propuso la idea de que las diferencias neurológicas como el autismo o el TDAH no deberían considerarse únicamente como patologías, sino como variaciones naturales del cerebro humano. Esta perspectiva buscaba promover la aceptación y la inclusión social.
Por su parte, «neurodivergencia» se popularizó más tarde para describir a personas cuyas características neurológicas difieren del estándar «neurotípico». A pesar de su intención inclusiva, estos términos comenzaron a usarse de maneras que los alejaron de su propósito inicial.
Los propósitos inciales fueron:
- Combatir el estigma asociado a los diagnósticos neuropsicológicos.
- Redefinir las diferencias neurológicas como parte de la diversidad humana.
Sin embargo, su amplio uso en redes sociales y movimientos sociales ha desvirtuado su utilidad, tanto en el ámbito social como en el clínico.
Problemas de estas etiquetas
Confusión en la práctica clínica
Muchos pacientes consultan para saber si son «neurodivergentes», asumiendo que este término define su identidad. Sin embargo, esto puede derivar en expectativas poco realistas sobre el diagnóstico. Es común que los pacientes lleguen con un autodiagnóstico basado en información vaga o errónea, buscando una confirmación que valide su identidad.
Impacto en la percepción personal y social
Estas etiquetas, aunque bien intencionadas, pueden fomentar un sentido de pertenencia excluyente, dificultando el desarrollo de habilidades sociales y la integración.
Se forman grupos donde las personas se identifican como ‘neurodivergentes’, lo que a menudo refuerza estereotipos y dificulta interacciones con quienes consideran ‘neurotípicos’.
Además, el uso de estas etiquetas puede desviar la atención de problemas específicos que requieren soluciones concretas. Por ejemplo, alguien con TDAH que necesita apoyo en habilidades ejecutivas puede centrarse más en identificarse como neurodivergente que en buscar estrategias para mejorar su funcionamiento diario.
Falta de sustento científico
Ni la neurodiversidad ni la neurodivergencia cuentan con una base sólida en la literatura científica. Aunque tienen aceptación en ciertos círculos sociales, carecen de validez en la práctica clínica.
No hay evidencia que respalde su utilidad diagnóstica o terapéutica. Son términos amplios que no aportan claridad sobre los problemas individuales.
El riesgo es que estas etiquetas reemplacen un análisis clínico riguroso con explicaciones genéricas que pueden dificultar la búsqueda de soluciones efectivas.
Alternativas basadas en ciencia
Enfoque específico y personalizado
En INECAP, recomendamos abandonar términos genéricos y centrarnos en diagnósticos precisos basados en evidencia. Un diagnóstico clínico no es una etiqueta peyorativa, sino una herramienta que permite diseñar tratamientos efectivos.
Hablar de síntomas específicos, como la falta de iniciativa social o problemas de autorregulación, permite crear planes de acción más útiles que los conceptos globales.
Diagnósticos multinivel
Cada persona es única, incluso dentro de un mismo diagnóstico. Por ello, es fundamental comprender cómo un trastorno afecta las diferentes áreas de su vida. Esto incluye el contexto laboral, familiar y social, así como la presencia de comorbilidades.
No es lo mismo tener déficit de atención si trabajas en un entorno estructurado que si tienes un empleo freelance que requiere alta proactividad.
Educación y capacitación
El problema no radica en la falta de términos nuevos, sino en la necesidad de mejorar la formación de los profesionales y garantizar el acceso a evaluaciones y tratamientos basados en evidencia. Es esencial formar especialistas capaces de diagnosticar y tratar estos problemas con herramientas científicas, no con conceptos que generan confusión.
Conclusión
Aunque los términos «neurodiversidad» y «neurodivergencia» nacieron de intenciones inclusivas, su uso actual puede ser problemático, especialmente en contextos clínicos. Desde INECAP proponemos priorizar un enfoque específico y basado en ciencia para abordar los problemas neuropsicológicos.
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