El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) no solo afecta la capacidad de concentración y el control de impulsos, sino que también influye profundamente en la alimentación. Aunque rara vez se discute este aspecto en el contexto del TDAH, sus efectos en los hábitos alimenticios pueden ser significativos, llegando a impactar el peso y la salud en general.
Estudios recientes han demostrado que las personas con TDAH tienen tasas más altas de obesidad en comparación con la población general. Esto no es una simple coincidencia: el TDAH altera las funciones ejecutivas, esenciales para una correcta planificación y regulación de la alimentación. En este artículo, analizaremos cómo el TDAH interfiere con los hábitos alimenticios, las estrategias que pueden ayudarte a mejorar tu relación con la comida y cómo encontrar un equilibrio nutricional que funcione para ti. También veremos la importancia de establecer rutinas y cómo la repetición puede ser clave para lograr una vida más saludable.
¿Cómo Afecta el TDAH a tu Alimentación?
Las dificultades que el TDAH genera en el control de la alimentación están profundamente ligadas a la disfunción en las funciones ejecutivas, las habilidades que nos permiten planificar, organizar y autorregular nuestras acciones. Esto impacta en varios niveles:
1. Falta de Atención Global
Uno de los principales desafíos para las personas con TDAH es la incapacidad para prestar atención de manera constante en todas las áreas de la vida, y la alimentación no es la excepción. El TDAH puede dificultar la creación de una rutina alimenticia, lo que lleva a omitir comidas o comer de manera desorganizada. Quienes viven con TDAH a menudo se enfocan intensamente en otras tareas —trabajo, estudios u ocio—, lo que provoca que pasen por alto momentos clave para comer.
Por ejemplo, es común que una persona con TDAH se sienta tan absorbida por una tarea que olvide almorzar, solo para darse cuenta horas después que tiene un hambre voraz. Esta desorganización en las comidas afecta el metabolismo, genera fluctuaciones de energía durante el día y puede llevar a malas decisiones alimentarias.
2. Comer en Modo “Zombie”
¿Alguna vez has terminado un paquete entero de galletas sin darte cuenta hasta que ves el envoltorio vacío? Este comportamiento, conocido como comer disociado o en modo “zombie”, es habitual en personas con TDAH. Se trata de comer sin conciencia plena, donde el acto de ingerir alimentos ocurre de manera automática.
Este patrón desconecta al individuo de las señales naturales de hambre y saciedad, lo que puede llevar a un consumo excesivo de alimentos sin intención consciente. A largo plazo, este comportamiento puede contribuir al aumento de peso y a una relación disfuncional con la comida.
3. Comer de Manera Reactiva
La falta de planificación en la alimentación es otro reto importante. Muchas personas con TDAH comen de manera reactiva, lo que significa que no tienen una estructura alimentaria definida y, cuando sienten hambre, optan por las opciones más rápidas y convenientes, que suelen ser las menos saludables. Este comportamiento es especialmente común en momentos de estrés o cambios emocionales repentinos, cuando el impulso por aliviar la tensión mediante la comida se vuelve difícil de controlar.
Este tipo de alimentación suele derivar en el consumo de alimentos altos en calorías y azúcares, como snacks ultraprocesados, que proporcionan un alivio rápido, pero que no ofrecen una nutrición equilibrada. Comer de manera reactiva también puede generar fluctuaciones en los niveles de energía, lo que afecta el rendimiento durante el día.
4. Episodios de Hambre Excesiva
El TDAH también puede provocar episodios de hambre extrema. Debido a la falta de una rutina alimenticia, es común que las personas con este trastorno olviden comer durante largos periodos de tiempo. Cuando finalmente se sientan a comer, lo hacen de manera desmedida, consumiendo grandes cantidades de alimento para compensar el déficit.
Este tipo de comportamiento no solo genera malestar físico, sino que también contribuye al aumento de peso y a una relación inestable con la comida. Comer en exceso puede volverse una respuesta habitual a largos periodos de omisión de comidas, creando un ciclo difícil de romper.
5. Rigidez en la Alimentación
Por otro lado, algunas personas con TDAH pueden desarrollar una tendencia a imponer un régimen alimenticio muy estricto como una forma de controlar sus hábitos alimentarios. Sin embargo, mantener esta rigidez a largo plazo es complicado, especialmente cuando las fluctuaciones en el estado de ánimo o los niveles de estrés afectan la capacidad de seguir el plan alimentario al pie de la letra.
Cuando el control sobre la dieta se rompe, a menudo esto genera frustración y culpa, lo que alimenta una sensación de fracaso y perpetúa el ciclo de descontrol en la alimentación. Esto es particularmente dañino, ya que la percepción de no tener control sobre los hábitos alimenticios puede minar la confianza y generar más problemas emocionales.
La Clave Está en el Ritmo
Para las personas con TDAH, uno de los elementos más importantes en la alimentación es establecer un ritmo constante. El organismo, y en especial el cerebro, necesitan repetición y previsibilidad para funcionar adecuadamente. La falta de una rutina genera una sensación de caos que puede aumentar los niveles de estrés y conducir a decisiones impulsivas en cuanto a la alimentación.
Repetición y Previsibilidad
El cerebro percibe el ambiente como amenazante si no existe una rutina clara. Cuando las comidas no se realizan a la misma hora o de manera consistente, el cerebro interpreta esta imprevisibilidad como una señal de peligro, lo que puede desencadenar respuestas de estrés y ansiedad. Este estado mental, a su vez, impacta en los hábitos alimenticios, generando mayor vulnerabilidad a comer en exceso o tomar malas decisiones nutricionales.
La repetición es clave para regular el metabolismo y estabilizar los niveles de energía. Al mantener horarios fijos para las comidas, es más fácil evitar picos de hambre que pueden llevar a episodios de comida impulsiva o excesiva. Establecer una rutina diaria donde las comidas principales y los snacks estén programados ayuda a reducir la tentación de comer fuera de horas o de forma impulsiva.
Flexibilidad vs. Rigidez
Si bien es importante establecer un ritmo regular, también es crucial ser flexible. La rigidez extrema en la alimentación no es sostenible a largo plazo, y puede generar más problemas que soluciones. La clave está en encontrar un equilibrio que funcione para ti. Esto significa escuchar a tu cuerpo, aprender a identificar cuándo tienes hambre y cuándo estás lleno, y permitirte cierta flexibilidad sin sentir culpa.
Encuentra lo que Funciona para Ti
Una de las creencias más dañinas en torno a la alimentación es que existe una «dieta ideal» que todos deberíamos seguir. La realidad es que cada persona es única, y lo que funciona para unos no necesariamente será lo mejor para otros. En lugar de obsesionarte con seguir dietas rígidas o populares, enfócate en encontrar un equilibrio nutricional personalizado.
Conoce tus Necesidades
Escuchar a tu cuerpo es el primer paso para encontrar una relación saludable con la comida. Presta atención a cómo te sientes después de comer ciertos alimentos, tanto física como mentalmente. Algunas personas descubren que ciertos alimentos aumentan su energía y mejoran su enfoque, mientras que otros provocan cansancio o irritabilidad. Adaptar tu dieta a tus necesidades específicas es mucho más efectivo que seguir pautas generales.
El Peso Confortable
El concepto de «peso confortable» es otra herramienta útil para encontrar tu equilibrio. Este es el rango de peso en el que te sientes saludable y enérgico, sin necesidad de forzar dietas extremas o cambios radicales. Mantener un registro de tu peso y observar cómo fluctúa con diferentes hábitos alimenticios y niveles de actividad te ayudará a identificar qué prácticas te benefician a largo plazo.
Conclusión: Cómo Mejorar tu Relación con la Alimentación
Si tienes TDAH, es importante reconocer que la alimentación puede ser un área desafiante, pero no imposible de mejorar. Aquí algunos puntos clave que pueden ayudarte:
- Establece un ritmo alimenticio constante. La repetición y la previsibilidad son clave para mantener el metabolismo estable y evitar decisiones impulsivas.
- Encuentra lo que funcione para ti. Escucha a tu cuerpo y ajusta tu dieta según tus necesidades energéticas y emocionales. No te sientas obligado a seguir dietas populares o rígidas.
- Sé flexible, no rígido. La rigidez alimentaria no es sostenible a largo plazo. Establece hábitos que puedas mantener, pero date permiso para ser flexible sin culpa.
- Conoce tu peso confortable. Identifica el rango de peso en el que te sientes mejor y saludable, y usa esa información para guiar tus hábitos alimenticios y niveles de actividad.
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